22 Nov Tus etiquetas también puntúan
Os voy a contar una historia. Es algo que (creo) ya conté en su momento, pero que con la cercanía del próximo Salón Peñín me ha vuelto a venir a la cabeza.
Es la historia de una bodega. Una bodega que hace millones de litros al año y que, de paso, hace también algún “por-para”. Hay que despachar tanto litro y si viene alguno diciendo que quiere 1.500 litros, pues oye… Ya sabéis cómo va esto.
Es la historia de la venta de un vino ya hecho, creado por un enólogo pagado por una bodega, y que un “tercero en discordia” sólo probó, confirmó, pagó y embotelló.
Pero adicionalmente, ese tercero realizó un trabajo que siempre marca la diferencia: Creó una marca alrededor del vino. Puso en valor su historia, en el diseño de la etiqueta, en una web bien estructurada, en un discurso de venta y un trasfondo diferencial a la par que común. (nos contrató a nosotros, por supuesto).
El resultado fue un vino que aunque por dentro fuera igual que el de aquella gran bodega, no tenía nada que ver.
Al poco me encontré en un Salón Peñín (2018, creo que fue) al cliente para el que habíamos trabajado, y frente a ellos, casualidades del abecedario, la bodega que le había hecho el vino. Siendo también amigo de su director Comercial, le pregunté qué tal iba y estaba enfadadísimo con Peñín… Aquel “por-para” había recibido 92 puntos mientras que el suyo, 90.
“Zas. En toda la cara”
Yo sólo hacía más que alzar los hombros buscando empatizar con aquel enfadado director comercial “pero es que es el mismo vino macho… Yo ya no envío nada más a Peñín… Claro, es que no me parece justo que caten a etiqueta vista tío… Es que no lo entiendo, ¡es el mismo puto vino!”
No. No es el mismo puto vino.
Por qué un vino es mucho más que lo que contiene. Es una experiencia que comienza en el mismo momento que el usuario piensa en comprar un vino. Que conquista silenciosamente a través de su etiqueta, donde el trasfondo de su historia le aporta un valor que marca la diferencia. Y no hablo sólo del continente (que también), hablo de todo lo que rodea y que diferencia a una marca de un producto. De algo corriente, a algo inusual e inaudito. De algo con 89 puntos, a una marca con 92.
La identidad es aquello que, tras la activación de la marca, termina construyendo una percepción en nuestra audiencia.
A mi me parece fabuloso que Guía Peñín cate a etiqueta abierta. Y me parece fabuloso porque al final, tu vino se va a vender tal y como lo catan. El consumidor lo verá en el lineal vestido, investigará su historia si le aporta curiosidad, y con todo, aunque en sus puras cualidades organolépticas un vino sin más sea superior a esa marca, para ese consumidor será mejor. Sabrá mejor, porque los vinos con buenas etiquetas, como ya contamos aquí, saben mejor.
Porque sí, porque las etiquetas también puntúan.
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